martes, 24 de noviembre de 2015

LOS CORALES NARRAN LA HISTORIA DEL CAMBIO CLIMÁTICO.

El futuro de la investigación del cambio climático podría estar entre Tenerife y Puerto España, las dos orillas del Atlántico. Un proyecto científico financiado por la Unión Europea investiga desde hace 4 años los corales y los sedimentos de los fondos marinos que separan ambas ciudades. En ellos podría estar la "huella" de los cambios climáticos pasados y la clave de los futuros.

En el pasado hubo periodos en los que el clima global cambió rápida y bruscamente, y no solo por la actividad del Sol o la fusión del hielo, si no también por la toma o liberación de dióxido de carbono por parte de los océanos. Este gas se encuentra actualmente unas 60 veces mas en los océanos que en la atmósfera. Uno de los riesgos que los científicos están analizando de cara al futuro es, que los océanos en vez de atrapar el dióxido de carbono, lo expulsen, lo que supondría una catástrofe ambiental a nivel mundial, generada por nuestra culpa, ya que el  CO2 de los océanos es generado por la actividad humana.

Este exceso de dióxido de carbono en los mares hace desaparecer su PH, es decir, los vuelve mas ácidos, lo que es devastador para la biodiversidad de los ecosistemas. Según un estudio, el incremento de acidez empezó al comienzo de la revolución industrial, y se estima que a finales de siglo podría alcanzar hasta el 150%. Este dato es preocupante ya que, un animal tan importante en el fondo oceánico como es el coral, no aguanta tales niveles de acidez. Es un hecho que pone en peligro la supervivencia de los corales, así como todas las especies que dependen de éste.

Por tanto, podemos concluir que somos consecuentes del futuro de nuestros océanos. Si no reducimos las emisiones de dióxido de carbono, tanto la supervivencia de los hábitats coralinos como el resto de la vida de los océanos se verá muy gravemente afectado.





Noticia realizada por Aida Baeza Sáez
Fuentes de información:
elpais.com/elpais/2015/11/03/ciencia/1446575474_134479.html
elpais.com/elpais/2015/03/09/ciencia/1425903076_002907.html

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